Siempre he creido que rememorar las experiencias acumuladas en los viajes era un excelente ejercicio que, aparte de ejercitar la memoria e inducir a la ordenación de las ideas, servía para proyectar, más allá del recuerdo adquirido por el autor, la visión con la que el viajero da cuenta de lo visto y de lo vivido.
No otra finalidad he perseguido con la redacción de esta obra que acaba de ver la luz, publicada por Ediciones Universidad de Valladolid, que además la distribuye por Internet. Recopila las vivencias que han dejado huella en mi vida durante los treinta años en los que regularmente he viajado a la América meridional para compartir con mis colegas de Argentina, de Chile y Uruguay las inquietudes intelectuales que traban la relación entre los geógrafos.




He intentado reflejar con la mayor
exactitud posible las experiencias vividas y los vínculos personales y profesionales mantenidos, del mismo modo que
trato también de ser fiel a las circunstancias que las rodearon, lo que permite entenderlas mejor, pues
de otra forma serían inexplicables. Lo que el libro presenta y desarrolla es una crónica organizada en torno a hechos realmente ocurridos y que aparecen
planteados en función de un criterio de coherencia espacial apoyado a su vez en
la correspondiente secuencia cronológica. Digamos, recordando a Mario
Benedetti, que también en este caso “el juego de las geografías se transforma
en curiosa indagación”. Y es que nada de lo que sucede en el territorio,
concepto determinante en la formación y transformación de los paisajes, en su
dimensión natural y cultural, es indiferente a las apetencias intelectuales del
geógrafo cuando decide acometer un viaje, máxime si se tiene en cuenta que el viaje
constituye un componente básico de su actividad profesional. Difícilmente se puede entender su labor al margen de las peripecias viajeras que alimentan y
embarnecen su experiencia vital.
Y, desde luego, no hubiera sido posible escribirla sin la ayuda y las ideas de las numerosas personas con las que, por los más
variados motivos y en situaciones igualmente dispares, me he encontrado aquí y allá y a las que he tenido la fortuna de conocer
para compartir el tiempo, los espacios y muchas de las palabras e ideas que en
estas páginas se describen. Huelga citarlas de antemano, pues sus nombres
aparecen señalados en el momento y en el
lugar que las corresponde. Con todas
ellas he contraído, más allá de la amistad y de la confianza que la brega
compartida ha permitido urdir, una deuda de impagable gratitud.