La tierra se rebela cuando se
siente agredida. La naturaleza es indómita, elabora y construye sus estructuras
conforme a procesos que la configuran en una secuencia muy lenta y de acuerdo
con las lógicas naturales en las que precisamente se basan sus equilibrios y sus capacidades de respuesta a la intervención
humana. Sólo cuando se respetan sus equilibrios, la Naturaleza se complace en
su propia armonía y mantiene esa relación estable con el entorno humanizado,
basada precisamente en la consideración rigurosa de los límites en los que se enmarca
las tendencias respectivas. Cuando ese equilibrio se altera, producto de la
codicia, de la ignorancia, de la desatención deliberada, de la agresión
imprudente, sobreviene la catástrofe.
Todo un cortejo incesante de riesgos se cierne
sobre la sociedad cuando la irreflexión y el corto plazo priman sobre la
investigación de la realidad y la anticipación de las amenazas que derivan de
un tratamiento inadecuado de los elementos que configuran el medio físico. Pese
a la contundencia y la gravedad de las lesiones sufridas en el tiempo, da la
impresión de que se carece de la inteligencia necesaria para valorar lo que
significan la prevención y la cautela, hoy mejoradas al amparo de los
sorprendentes avances de la ciencia. Tierra de sismicidades de diversa entidad
es el conjunto de la cuenca mediterránea que enlaza Europa con África La
Historia está repleta de experiencias que así lo testifican. Pero parece ser
que no son suficientes para aprender la lección. Alterada la falla de Amposta y
la red asociada, de la que han hablado los manuales desde siempre, las
dislocaciones provocadas por la presión sobre un espacio geológicamente
inestable van a permanecer latentes o explícitas durante mucho tiempo en la
vida de los ciudadanos que ocupan el entorno del Delte de l'Ebre.
Amablemente el Dr. Roberto Martínez
Alegría, experto en riesgos naturales y en evaluaciones de impacto ambiental, ha realizado el siguiente comentario en esta entrada que previamente fue publicada en Facebook
Quizás tengo el punto de vista
sesgado por la geología, pero "a priori" la reutilización de
yacimientos de gas, petróleo o incluso agua (conocida como recarga de
acuíferos) no me parece mala idea, es más si un yacimiento demostró su
estanqueidad durante período geológicos, puede ser un aval de seguridad (no lo
afirmo con rotundidad).
Tal vez el problema pudiera
residir en un poco adecuado conocimiento del sistema de fallas, pero otra vez
me entran dudas. Pues ese yacimiento se estudió intensamente (como trabajan los
petroleros) para que se les escapen grandes estructuras tectónicas),
pero se volvió a estudiar cuando se plantea su reutilización (proyecto Castor),
y una vez más cuando se hace la EIA (aunque me gustaría saber si esta se hizo
por el procedimiento completo del anexo I o el simplificado del anexo II). Por
todo ello no me atrevo a entrar en una búsqueda desesperada de culpables.
Respecto al
fracking creo cada caso habría que verlo en su contexto geológico,
hay operaciones viables y seguras respecto a sismicidad inducida y/o
contaminación de acuíferos y otras claramente no. Otro problema son los líquidos
de retorno con dispersantes empleados en la fracturación hidráulica. Personalmente creo que incorporar el fracking al
procedimiento de EIA (tal y como está en la última legislación de 2013) puede
ser un avance en transparencia (consulta pública) otra cosa sería si nuestros
"líderes y lideresas" capan con el "loable interés de la
simplificación" las garantías de dicho procedimiento.